Santo Domingo Este.. En lugares como San Luis, San Antonio de Guerra y Boca Chica, el PRM no necesita enemigos externos para fracasar: se está destruyendo desde dentro.
Los dirigentes locales del partido oficialista se atacan públicamente, se tiran los trapitos al sol, y se acusan unos a otros, mientras Luis Abinader observa desde el Palacio Nacional con una sonrisa de burla, como si el sufrimiento de los pobres fuera un espectáculo más.
Esta división no es nueva. Es una vieja tradición en la política dominicana: los de arriba enfrentan a los de abajo, mientras ellos se mantienen firmes en el poder. En lugar de resolver los problemas reales de las comunidades —agua, calles, salud, empleo—, los políticos del PRM en estos pueblos se pelean por candidaturas, contratos y favores personales.
Lo peor es que esta estrategia está calculada. Dividir al partido en la base sirve para que los de siempre mantengan el control. Y mientras los “compañeros” se destruyen entre sí, Abinader se prepara tranquilo para su reelección, sin importar el caos local.
¿Hasta cuándo los pobres seguirán siendo usados por los mismos políticos?
Los barrios no pueden seguir siendo campos de guerra entre pobres, mientras los ricos y poderosos se reparten el pastel. Ya es hora de despertar, organizarse y exigir respeto. Porque si no lo hacemos, los mismos de siempre seguirán riéndose de nosotros... a carcajadas.