Columna Especial: República Dominicana está llorando — Una oración por nuestra infancia herida
Por la Dra. Wendy Hilario,
Psicóloga Clínica y Terapeuta Familiar
Miércoles, 27 de agosto de 2025
Querida República Dominicana:
Santo Domingo RD..Hoy no escribo en respuesta a una carta individual. Esta vez fue el país entero quien me escribió… no con palabras, sino con un dolor que grita en silencio, con lágrimas invisibles y un clamor colectivo imposible de ignorar.
Tres niños envenenados. Una madre al borde del colapso. Un padre que aún repite: “Todavía no lo creo.”
Y una carta final que dejó escrito lo impensable:
“No quería que mis hijos vivieran lo mismo que yo.”
¿Qué clase de sufrimiento lleva a una madre a tomar una decisión tan devastadora? ¿En qué momento fallamos como sociedad, como comunidad, como seres humanos? ¿Cuántas mujeres viven atrapadas en un ciclo de agotamiento emocional, abuso silenciado y desesperanza, sin encontrar ni un solo espacio seguro donde ser vistas, sostenidas, escuchadas?
¿Cómo llegamos hasta aquí?
Este no fue un simple acto de violencia. Fue una tragedia con raíces profundas: la salud mental no atendida, la pobreza emocional, la ausencia de redes de apoyo y un sistema que aún no toma en serio el dolor psíquico.
Muchas madres —y padres también— viven hoy cargando un peso emocional que supera sus fuerzas. Y cuando no hay acceso a ayuda profesional, ni comprensión social, ni compasión humana… el alma colapsa. Y con ella, a veces, lo más sagrado: la vida misma.
Esta tragedia no es solo un crimen: es un espejo roto que refleja lo que tantas familias dominicanas viven puertas adentro, en secreto, día tras día.
¿Dónde estábamos?
¿Dónde estábamos cuando esa madre pedía auxilio sin palabras?
¿Dónde estaban los amigos, los vecinos, la familia, el sistema, las iglesias, el Estado?
Y aún más duro: ¿Dónde estaba el amor? ¿El verdadero amor que no juzga ni exige fuerza, sino que abraza, que escucha, que acompaña sin condiciones?
La pregunta no es solo “¿por qué ocurrió esto?”, sino:
¿Cómo seguimos viviendo como si no estuviera pasando todos los días, de otras formas menos visibles pero igual de destructivas?
Una oración nacional por nuestra infancia herida
Hoy, desde el alma rota de una nación, alzamos una oración. No una oración religiosa por tradición, sino una súplica desde el fondo del corazón:
Señor, Dios de los que ya no pueden más,
Hoy venimos ante Ti sin respuestas,
con el corazón expuesto y las manos vacías.
Este dolor es demasiado grande para cargarlo solos.
La tristeza ha entrado a nuestras casas,
y la desesperanza se ha sentado a la mesa.
Perdónanos, Señor,
por cada madre que gritó en silencio y no la escuchamos.
Por cada padre que abandonó su lugar.
Por cada niño que creció rodeado de miedo en vez de ternura.
Perdónanos por llamar “locura” a lo que era dolor profundo y no tratado.
Por ignorar que el alma también necesita cuidado.
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón,
y salva a los contritos de espíritu.”
(Salmo 34:18)
Haznos cercanos, como Tú.
Haznos pueblo de consuelo, no de juicio.
Pueblo que no teme al llanto ajeno,
que abraza antes de señalar.
Te pedimos por cada niño que no volverá.
Recíbelos en Tu luz.
Y recógenos a nosotros en Tu misericordia.
Que esta tragedia no sea un punto final,
sino el despertar de una nación dormida en su dolor.
Un llamado urgente a la acción colectiva
Este es el momento de dejar atrás el silencio. De dejar de mirar hacia otro lado. De dejar de poner etiquetas como “locura” o “debilidad” a quienes simplemente están luchando por mantenerse a flote.
La salud mental no es un lujo ni una moda: es una necesidad humana básica.
Cada escuela, cada iglesia, cada barrio, cada hogar necesita convertirse en un lugar de apoyo emocional. Necesitamos más psicólogos accesibles, más espacios de escucha, más educación emocional desde la infancia, más compasión activa en nuestras relaciones cotidianas.
Restaurar desde adentro: una esperanza posible
Te pido, Señor:
Devuélvenos el alma. Recuérdanos cómo cuidar.
Enséñanos a construir hogares donde el amor no asfixie,
donde el silencio no oculte sufrimiento,
donde la fe no tape el trauma, sino que lo sane.
Sana nuestras familias.
Sana nuestras iglesias.
Sana nuestras escuelas y comunidades.
Levanta consejeros, terapeutas, pastores, maestros y madres presentes.
Haznos pueblo que acompaña…
Y que no vuelve a cerrar los ojos.
Que el nombre de nuestros niños no se pierda en el olvido
Que estas vidas interrumpidas sean semillas de transformación.
Que esta oración se convierta en acción.
Y que esta carta —escrita con lágrimas, pero también con esperanza— no se quede en palabras, sino que despierte a un país entero.
¿Sientes que esta oración también es tuya?
No calles tu dolor. No enfrentes sola lo que te duele.
Si estás al borde, si sientes que ya no puedes más, o conoces a alguien que está perdiendo las fuerzas, no estás sola. No estás solo.
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Estamos aquí para escucharte.
Tu vida importa. Tus emociones importan. Tú importas.
Sobre la autora:
Dra. Wendy Hilario
Psicóloga Clínica | Terapeuta Familiar y de Pareja
Con más de una década de experiencia acompañando procesos de sanación emocional, la Dra. Wendy Hilario se ha dedicado a restaurar el alma y la mente de mujeres, parejas y familias en momentos de crisis. Su misión es clara: ofrecer ayuda profesional desde la ciencia, el amor y el respeto, siempre con un enfoque humano y profundamente compasivo.