Cartas para Sanar la Mente y el Alma

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Agosto 18, 2025  

Querido/a lector/a: 

Santo Domingo RD..Sé que quizás estés cansado de escuchar la palabra “salud mental”. A veces parece un término lejano, médico, técnico. Pero yo quiero hablarte de algo más profundo: de tu alma cansada, de tu corazón herido, de esas noches en que el dolor parece demasiado grande y el silencio demasiado pesado. 

 

En las últimas semanas, nuestro país ha llorado muertes que nos dejan sin palabras: madres que eligieron el suicidio, jóvenes que no encontraron salida, padres que convirtieron su desesperación en violencia. Y detrás de cada noticia, detrás de cada titular, hay un hilo invisible: desesperanza y vacío. 

 

Como psicóloga clínica, veo todos los días la cara de ese dolor. Como terapeuta de familia y de pareja, escucho cómo la frustración y el resentimiento pueden desgarrar los vínculos más sagrados. Pero también, como guía espiritual, sé que dentro de cada uno de nosotros hay una llama que nunca se apaga, aunque a veces se esconda bajo las cenizas: la fe. 


La fe como medicina invisible 

La fe no siempre significa religión. A veces es Dios, a veces es la vida, la naturaleza, la esperanza, el amor. Es ese susurro que dice: “esto también pasará”. Es esa voz interior que nos recuerda que somos más que nuestro dolor. 

 

He visto personas que al borde del abismo encontraron en la espiritualidad un motivo para seguir caminando. He visto familias fracturadas sanar cuando volvieron a orar juntas. He visto parejas salvar su amor al entender que su unión no era solo un contrato, sino también un compromiso del alma. 

 

No es evasión, es integración 

Algunos piensan que hablar de fe es negar la realidad. Pero no. La fe no borra la herida, la resignifica. La espiritualidad no elimina el dolor, lo convierte en aprendizaje. No se trata de decir “Dios lo quiso así” como un cierre vacío, sino de preguntarnos: “¿qué puedo hacer con este dolor para crecer, amar más, vivir mejor?” 

 

Un llamado urgente 

Hoy más que nunca necesitamos aprender a cuidar nuestra mente con alma. No basta con fármacos o diagnósticos. Necesitamos silencio, oración, meditación, gratitud, comunidad. Necesitamos recuperar la certeza de que no estamos solos. 

 

Porque la fe, aunque no quita el dolor, lo hace llevadero. Y la espiritualidad, aunque no borra la herida, la convierte en cicatriz luminosa. 

 

Si alguna vez te sientes al borde, recuerda esto: tu vida tiene sentido, incluso cuando no logres verlo. Y si no puedes sostenerte por ti mismo, permite que la fe —en Dios, en el amor, en la vida— te sostenga un día más. Ese día puede marcar la diferencia. 

 

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Dra. Wendy Hilario 

 Psicóloga clínica, terapeuta familiar sistémica y guía espiritual

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