Cartas para Sanar la Mente y el Alma

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Tu vida importa: hacia una nación que sea refugio para su niñez


Por la Dra. Wendy Hilario,

Psicóloga Clínica y Terapeuta Familiar

 

República Dominicana. está atravesando un momento de profunda conmoción. Los hechos recientes de violencia intrafamiliar, donde padres y madres se han convertido en amenaza para sus propios hijos, no son solo tragedias aisladas. Son síntomas de un dolor mayor: el trauma colectivo que se acumula en nuestra nación.

 

Cada vez que un niño es herido o asesinado por quienes debían cuidarlo, la sociedad entera queda marcada. Se genera lo que en psicología llamamos un trauma colectivo, una herida emocional compartida que afecta la confianza, la esperanza y la percepción de seguridad de toda la comunidad.

 

La salud mental comunitaria se resiente. El miedo se instala en los hogares, la desconfianza se expande y la niñez crece en un ambiente que les enseña más sobre sobrevivir que sobre vivir. Y cuando la violencia toca la infancia, no solo se apaga una vida: se hiere el futuro de todo un país.

 

Señales de alerta que no debemos ignorar

Como terapeuta familiar, quiero subrayar algunas señales que pueden advertirnos de que una madre, un padre o un cuidador está en riesgo de colapsar:

• Aislamiento progresivo.

• Expresiones de desesperanza o frases como “ya no puedo más”.

• Irritabilidad extrema o reacciones desproporcionadas.

• Consumo abusivo de alcohol u otras sustancias.

• Descuidos graves en el cuidado de los hijos.

Identificar estas señales a tiempo puede salvar vidas. No se trata de invadir, sino de acompañar: preguntar, escuchar, no juzgar y derivar a ayuda profesional cuando sea necesario.

Intervención comunitaria y responsabilidad compartida

El cuidado de la niñez no puede recaer solo en la familia nuclear. Las iglesias, escuelas, juntas de vecinos y comunidades deben convertirse en redes de apoyo. La salud mental comunitaria implica que nadie críe solo, que nadie se desespere en silencio.

 

Como nación creyente, debemos entender que orar y acompañar no se excluyen: la oración abre camino, y la acción lo sostiene. Necesitamos pastores que sepan referir, líderes comunitarios que sepan escuchar, y profesionales que trabajen en red.

 

Una mirada bíblica y un llamado urgente

Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios” (Marcos 10:14). En esa frase hay ternura, pero también autoridad: ningún niño debería temer en su propia casa.

Construir una nación que ame a su niñez es un acto clínico, pastoral y profético. Es sanar el trauma colectivo con fe, ciencia y comunidad. Es recordar que cada niño es herencia divina, y su cuidado es un mandato sagrado.

 

 Oración breve por nuestra niñez

Señor,

te pedimos por cada niño de esta tierra.

Haz de nosotros adultos más conscientes, familias más sanas, comunidades más compasivas.

Enséñanos a proteger la vida que nos confías, y a sanar las heridas visibles e invisibles de nuestro pueblo.

Amén.

 

Si sientes que esta carta habla de ti, no sigas en silencio. Estoy aquí para acompañarte con un enfoque psico-socio-espiritual, donde la ciencia y la fe se encuentran para sanar.

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Sobre la autora:

La Dra. Wendy Hilario es psicóloga clínica, terapeuta familiar y de pareja, con más de una década acompañando procesos de sanación emocional en mujeres, parejas y familias. Su misión es restaurar la mente y el alma desde la ciencia, el respeto y el amor.

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